Assim que li o anúncio
da
despedida do Subcomandante Insurgente Marcos, que dizia ser aquele seu
último pronunciamento público, tive uma espécie de assombro. Era de madrugada
pra mim também, aqui em Buenos Aires. Já 26 de maio. Eu li a matéria e escutei a
despedida no conforto de uma cama e um celular na mão. Mas, apesar de toda essa
mordomia a que poucos têm direito nesse mundo de meu deus ou de sabe lá quem ou
de ninguém, eu me identifico muito com causas que não estão diretamente ligadas
ao meu cotidiano. E esta é uma delas. Sim, porque o subcomandante é ou agora
era líder do Exército Zapatista de Libertação Nacional (EZLN), grupo mexicano
considerado por alguns estudiosos como o que mais recuperou a figura de Zapata
em sua plenitude. Uma luta fundamentalmente em defesa de campesinos e indígenas.
Ou seja, duas lutas que estão umbilicalmente vinculadas aos nossos problemas no
Brasil.
Um parêntese para uma observação
particularíssima: duas batalhas nas quais estão metidos dois queridos colegas e
companheiros Fabiano Bringel, geógrafo e defensor da frente campesina; e Helena
Palmquist, jornalista e inflamada guerrilheira das questões indígenas.
O
zapatismo, em sua
certidão de nascimento chamado Plan Ayala, foi alavanca para uma série de
movimentos campesinos no século XX na América Latina, especialmente no Peru, na
Colômbia e na Guatemala. E quem se aproxima um pouco dessa batalha travada por tantas
entidades campesinas no Brasil também vai cruzar com o nome de Zapata e um de
seus mais expoentes seguidores, o Subcomandante Insurgente Marcos.
O cenário político que
antecedeu a conformação do EZLN se deu em dezembro de 1993 e, em 1º de janeiro
do ano seguinte, o exército já estava com sua marca sambando na cara da
sociedade. O movimento cresceu. Muitas mulheres se integraram fortemente à
causa dos “pasamontañas” (aquele gorro negro que só deixa os olhos de fora, muito
comum no frio e elemento de criminalização de ativistas durante seus protestos
no Brasil). O movimento enveredou por vários países e continentes. Os princípios
do movimento, descrito na Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, continuam
muito atuais: justiça, liberdade e democracia que extrapole o âmbito eleitoral.
Recentemente foi morto
um companheiro do movimento, Galeano, e é o nome que passou a adotar o
ex-subcomandante insurgente Marcos desde sua despedida. Um ato de coragem, de
bravura e de honestidade com os que compartilham ideais. Um ato louvável também
o que pode ser uma alternância de poderes.
Minha intuição,
vacilante ou não, me levou ao gatilheiro Quintino Lira. E com tudo isso quero
dizer que espero adotarmos no nosso dia-a-dia a mesma audácia de quem sabe o
que é não ter comodidades. Espero que minha modesta cota sirva.
PS: Uma de minhas fontes de informação é a revista Pensadores de La Pátria Grande - Emiliano Zapata, por Hernán Brienza. Uma publicação mensal encadernada no jornal argentino
Página | 12. Sim, há jornais com cadernos geniais!
***
Transcrição:
Entre la luz y la sombra.
Compañera, compañeroa, compañero:
Buenas noches, tardes, días en cualesquiera
que sea su geografía, su tiempo y su modo.
Buenas madrugadas.
Quisiera pedirles a las compañeras,
compañeros y compañeroas de la Sexta que vienen de otras partes, especialmente
a los medios libres compañeros, su paciencia, tolerancia y comprensión para lo
que voy a decir, porque éstas serán mis últimas palabras en público antes de
dejar de existir.
Me dirijo a ustedes y a quienes a través de
ustedes nos escuchan y miran.
Tal vez al inicio, o en el transcurso de
estas palabras vaya creciendo en su corazón la sensación de que algo está fuera
de lugar, de que algo no cuadra, como si estuvieran faltando una o varias
piezas para darle sentido al rompecabezas que se les va mostrando. Como que de
por sí falta lo que falta.
Tal vez después, días, semanas, meses,
años, décadas después se entienda lo que ahora decimos.
Mis compañeras y compañeros del EZLN en
todos sus niveles no me preocupan, porque de por sí es nuestro modo acá:
caminar, luchar, sabiendo siempre que siempre falta lo que falta.
Además de que, que no se ofenda nadie, la
inteligencia de l@s compas zapatistas está muy por arriba del promedio.
Por lo demás, nos satisface y enorgullece
que sea ante compañeras, compañeros y compañeroas, tanto del EZLN como de la
Sexta, que se da a conocer esta decisión colectiva.
Y qué bueno que será por lo medios libres,
alternativos, independientes, que este archipiélago de dolores, rabias y digna
lucha que nos llamamos “la Sexta” tendrá conocimiento de esto que les diré,
donde quiera que se encuentren.
Si a alguien más le interesa saber qué pasó
este día tendrá que acudir a los medios libres para enterarse.
Va pues. Bienvenidas y bienvenidos a la
realidad zapatista.
I.- Una decisión difícil.
Cuando irrumpimos e interrumpimos en 1994
con sangre y fuego, no iniciaba la guerra para nosotras, nosotros los
zapatistas.
La guerra de arriba, con la muerte y la
destrucción, el despojo y la humillación, la explotación y el silencio
impuestos al vencido, ya la veníamos padeciendo desde siglos antes.
Lo que para nosotros inicia en 1994 es uno
de los muchos momentos de la guerra de los de abajo contra los de arriba,
contra su mundo.
Esa guerra de resistencia que día a día se
bate en las calles de cualquier rincón de los cinco continentes, en sus campos
y en sus montañas.
Era y es la nuestra, como la de muchos y
muchas de abajo, una guerra por la humanidad y contra el neoliberalismo.
Contra la muerte, nosotros demandamos vida.
Contra el silencio, exigimos la palabra y
el respeto.
Contra el olvido, la memoria.
Contra la humillación y el desprecio, la
dignidad.
Contra la opresión, la rebeldía.
Contra la esclavitud, la libertad.
Contra la imposición, la democracia.
Contra el crimen, la justicia.
¿Quién con un poco de humanidad en las
venas podría o puede cuestionar esas demandas?
Y en ese entonces muchos escucharon.
La guerra que levantamos nos dio el privilegio
de llegar a oídos y corazones atentos y generosos en geografías cercanas y
alejadas.
Faltaba lo que faltaba, y falta lo que
falta, pero conseguimos entonces la mirada del otro, su oído, su corazón.
Entonces nos vimos en la necesidad de
responder a una pregunta decisiva:
“¿Qué sigue?”
En las tétricas cuentas de la víspera no
entraba la posibilidad de plantearnos pregunta alguna. Así que esa pregunta nos
llevó a otras:
¿Preparar a los que siguen en la ruta de la
muerte?
¿Formar más y mejores soldados?
¿Invertir empeños en mejorar nuestra
maltrecha maquinaria de guerra?
¿Simular diálogos y disposición para la
paz, pero seguir preparando nuevos golpes?
¿Matar o morir como único destino?
¿O debíamos reconstruir el camino de la
vida, ése que habían roto y siguen rompiendo desde arriba?
El camino no sólo de los pueblos
originarios, también de trabajadores, estudiantes, maestros, jóvenes,
campesinos, además de todas las diferencias que se celebran arriba, y abajo se
persiguen y se castigan.
¿Debíamos inscribir nuestra sangre en el
camino que otros dirigen hacia el Poder o debíamos voltear el corazón y la
mirada a los que somos y a los que son lo que somos, es decir los pueblos
originarios, guardianes de la tierra y la memoria?
Nadie lo escuchó entonces, pero en los
primeros balbuceos que fueron nuestras palabras advertimos que nuestro dilema
no estaba entre negociar o combatir, sino entre morir o vivir.
Quien hubiera advertido entonces que ese
temprano dilema no era individual, tal vez hubiera entendido mejor lo que ha
ocurrido en la realidad zapatista los últimos 20 años.
Pero les decía yo que nos topamos con esa
pregunta y ese dilema.
Y elegimos.
Y en lugar de dedicarnos a formar
guerrilleros, soldados y escuadrones, preparamos promotores de educación, de salud,
y se fueron levantando las bases de la autonomía que hoy maravilla al mundo.
En lugar de construir cuarteles, mejorar
nuestro armamento, levantar muros y trincheras, se levantaron escuelas, se
construyeron hospitales y centros de salud, mejoramos nuestras condiciones de
vida.
En lugar de luchar por ocupar un lugar en
el Partenón de las muertes individualizadas de abajo, elegimos construir la
vida.
Esto en medio de una guerra que no por
sorda era menos letal.
Porque, compas, una cosa es gritar “no están
solos” y otra enfrentar sólo con el cuerpo una columna blindada de tropas
federales, como ocurrió en la zona de Los Altos de Chiapas, y a ver si hay
suerte y alguien se entera, y a ver si hay un poco más de suerte y el que se
entera se indigna, y otro poco más de suerte y el que se indigna hace algo.
En el entretanto, las tanquetas son
frenadas por las mujeres zapatistas, y a falta de parque fue con mentadas de
madre y piedras que la serpiente de acero tuvo que echarse para atrás.
Y en la zona norte de Chiapas, padecer el
nacimiento y desarrollo de las guardias blancas, recicladas entonces como
paramilitares; y en la zona Tzotz Choj las agresiones continuas de
organizaciones campesinas que de “independientes” a veces ni el nombre tienen;
y en la zona de la Selva Tzeltal la combinación de paramilitares y contras.
Y una cosa es gritar “todos somos marcos” o
“no todos somos marcos”, según el caso o cosa, y otra la persecución con toda
la maquinaria de guerra, la invasión de poblados, el “peinado” de montañas, el
uso de perros adiestrados, las aspas de los helicópteros artillados alborotando
los copetes de las ceibas, el “vivo o muerto” que nació en los primeros días de
enero de 1994 y alcanzó su nivel más histérico en 1995 y el resto del sexenio
del ahora empleado de una trasnacional, y que esta zona de Selva Fronteriza
padeció desde 1995 y a la que se suma después la misma secuencia de agresiones
de organizaciones campesinas, uso de paramilitares, militarización,
hostigamiento.
Si hay algún mito en todo esto no es el
pasamontañas, sino la mentira que repiten desde esos días, incluso retomada por
personas con altos estudios, de que la guerra contra los zapatistas sólo duró
12 días.
No haré un recuento detallado. Alguien con
un poco de espíritu crítico y seriedad puede reconstruir la historia, y sumar y
restar para sacar la cuenta, y decir si fueron y son más los reporteros que los
policías y soldados; si fueron más los halagos que las amenazas e insultos, si
el precio que se ponía era para ver el pasamontañas o para capturarlo “vivo o
muerto”.
En esas condiciones, algunas veces sólo con
nuestras fuerzas y otras con el apoyo generoso e incondicional de gente buena
de todo el mundo, se fue avanzando en la construcción aún inacabada, es cierto,
pero ya definida de lo que somos.
No es entonces una frase, afortunada o
desafortunada, según se le vea desde arriba o desde abajo, la de “aquí estamos
los muertos de siempre, muriendo de nuevo, pero ahora para vivir”. Es la
realidad.
Y casi 20 años después…
El 21 de diciembre del 2012, cuando la
política y el esoterismo coincidían, como otras veces, en predicar catástrofes
que siempre son para los de siempre, los de abajo, repetimos el golpe de mano
del 1 de enero del 94 y, sin disparar ni un solo tiro, sin armas, con nuestro solo
silencio, postramos de nuevo la soberbia de las ciudades cuna y nido del
racismo y el desprecio.
Si el primero de enero de 1994, miles de
hombres y mujeres sin rostro atacaron y rindieron las guarniciones que
protegían las ciudades, el 21 de diciembre del 2012 fueron decenas de miles que
tomaron sin palabras los edificios desde donde se celebraba nuestra
desaparición.
El sólo hecho inapelable de que el EZLN no
sólo no se había debilitado, mucho menos desaparecido, sino que había crecido
cuantitativa y cualitativamente hubiera bastado para que cualquier mente
medianamente inteligente se diera cuenta de que, en esos 20 años, algo había
cambiado al interior del EZLN y de las comunidades.
Tal vez más de alguno piense que nos
equivocamos al elegir, que un ejército no puede ni debe empeñarse en la paz.
Por muchas razones, cierto, pero la
principal era y es porque de esa forma terminaríamos por desaparecer.
Tal vez es cierto. Tal vez nos equivocamos
al elegir cultivar la vida en lugar de adorar a la muerte.
Pero nosotros elegimos no escuchando a los
de afuera. No a quienes siempre demandan y exigen la lucha a muerte, mientras
los muertos los pongan otros.
Elegimos mirándonos y escuchándonos, siendo
el Votán colectivo que somos.
Elegimos la rebeldía, es decir, la vida.
Eso no quiere decir que no supiéramos que
la guerra de arriba trataría y trata de imponer de nuevo su dominio sobre
nosotros.
Supimos y sabemos que una y otra vez
habremos de defender lo que somos y como somos.
Supimos y sabemos que seguirá habiendo muerte
para que haya vida.
Supimos y sabemos que para vivir, morimos.
II.- ¿Un fracaso?
Dicen por ahí que no hemos logrado nada
para nosotros.
No deja de sorprender que se maneje con
tanto desparpajo esta posición.
Piensan que los hijos e hijas de los comandantes
y comandantas deberían disfrutar de viajes al extranjero, de estudios en
escuelas privadas y luego de altos puestos en la empresa o la política. Que en
lugar de trabajar la tierra para arrancarle con sudor y empeño el alimento,
deberían lucirse en las redes sociales divirtiéndose en los antros, exhibiendo
lujos.
Tal vez los subcomandantes deberían
procrear y heredar a sus descendientes los cargos, las prebendas, los
templetes, como hacen los políticos de todo el espectro.
Tal vez deberíamos, como los dirigentes de
la CIOAC-H y de otras organizaciones campesinas, recibir privilegios y paga en
proyectos y apoyos, quedarnos con la mayor parte y dejar a las bases sólo unas
migajas, a cambio de que cumplan las órdenes criminales que vienen de más
arriba.
Pero es cierto, no hemos logrado nada de
eso para nosotros.
Difícil de creer que, 20 años después de
aquel “nada para nosotros”, resultara que no era una consigna, una frase buena
para carteles y canciones, sino una realidad, la realidad.
Si el ser consecuentes es un fracaso,
entonces la incongruencia es el camino del éxito, la ruta al Poder.
Pero nosotros no queremos ir para allá.
No nos interesa.
En esos parámetros preferimos fracasar que
triunfar.
III.- El relevo.
En estos 20 años ha habido un relevo múltiple
y complejo en el EZLN.
Algunos han advertido sólo el evidente: el
generacional.
Ahora están haciendo la lucha y dirigiendo
la resistencia quienes eran pequeños o no habían nacido al inicio del
alzamiento.
Pero algunos estudiosos no se han percatado
de otros relevos:
El de clase: del origen clase mediero
ilustrado, al indígena campesino.
El de raza: de la dirección mestiza a la
dirección netamente indígena.
Y el más importante: el relevo de
pensamiento: del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo; de la toma
del Poder de Arriba a la creación del poder de abajo; de la política
profesional a la política cotidiana; de los líderes, a los pueblos; de la
marginación de género, a la participación directa de las mujeres; de la burla a
lo otro, a la celebración de la diferencia.
No me extenderé más sobre esto, porque ha
sido precisamente el curso “La Libertad según l@s zapatistas” la oportunidad de
constatar si en territorio organizado vale más el personaje que la comunidad.
En lo personal no entiendo por qué gente
pensante que afirma que la historia la hacen los pueblos, se espante tanto ante
la existencia de un gobierno del pueblo donde no aparecen los “especialistas”
en ser gobierno.
¿Por qué les da terror el que sean los
pueblos los que manden, los que dirijan sus pasos propios?
¿Por qué mueven la cabeza con desaprobación
frente al mandar obedeciendo?
El culto al individualismo encuentra en el
culto al vanguardismo su extremo más fanático.
Y ha sido eso precisamente, el que los
indígenas manden y que ahora un indígena sea el vocero y jefe, lo que los
aterra, los aleja, y finalmente se van para seguir buscando alguien que precise
de vanguardias, caudillos y líderes. Porque también hay racismo en la
izquierda, sobre todo en la que se pretende revolucionaria.
El ezetaelene no es de ésos. Por eso no
cualquiera puede ser zapatista.
IV.- Un holograma cambiante y a modo. Lo
que no será.
Antes del amanecer de 1994, pasé 10 años en
estas montañas. Conocí y traté personalmente a algunos en cuya muerte morimos un
mucho. Conozco y trato desde entonces con otros y otras más que hoy están aquí
como nosotros.
Muchas madrugadas me encontré a mí mismo
tratando de digerir las historias que me contaban, los mundos que dibujaban con
silencios, manos y miradas, su insistencia en señalar algo más allá.
¿Era un sueño el mundo ése, tan otro, tan
lejano, tan ajeno?
A veces pensé que se habían adelantado, que
las palabras que nos guiaron y guían venían de tiempos para los que no habían
aún calendarios, perdidos como estaban en geografías imprecisas: siempre el sur
digno omnipresente en todos los puntos cardinales.
Luego supe que no me hablaban de un mundo
inexacto y, por lo tanto, improbable.
Ese mundo ya andaba con su paso.
Ustedes, ¿no lo vieron? ¿No lo ven?
No hemos engañado a nadie de abajo. No
escondemos que somos un ejército, con su estructura piramidal, su centro de
mando, sus decisiones de arriba hacia abajo. No por congraciarnos con
libertarios o por moda negamos lo que somos.
Pero cualquiera puede ver ahora si el
nuestro es un ejército que suplante o impone.
Y debo decir esto, que ya he pedido la
autorización del compañero Subcomandante Insurgente Moisés para hacerlo:
Nada de lo que hemos hecho, para bien o
para mal, hubiera sido posible si un ejército armado, el zapatista de
liberación nacional, no se hubiera alzado contra el mal gobierno ejerciendo el
derecho a la violencia legítima. La violencia del de abajo frente a la
violencia del de arriba.
Somos guerreros y como tales sabemos cuál
es nuestro papel y nuestro momento.
En la madrugada del día primero del primer
mes del año de 1994, un ejército de gigantes, es decir, de indígenas rebeldes,
bajó a las ciudades para con su paso sacudir el mundo.
Apenas unos días después, con la sangre de
nuestros caídos aún fresca en las calles citadinas, nos dimos cuenta de que los
de afuera no nos veían.
Acostumbrados a mirar desde arriba a los
indígenas, no alzaban la mirada para mirarnos.
Acostumbrados a vernos humillados, su
corazón no comprendía nuestra digna rebeldía.
Su mirada se había detenido en el único
mestizo que vieron con pasamontañas, es decir, que no miraron.
Nuestros jefes y jefas dijeron entonces:
“Sólo lo ven lo pequeño que son, hagamos a
alguien tan pequeño como ellos, que a él lo vean y por él nos vean”
Empezó así una compleja maniobra de
distracción, un truco de magia terrible y maravillosa, una maliciosa jugada del
corazón indígena que somos, la sabiduría indígena desafiaba a la modernidad en
uno de sus bastiones: los medios de comunicación.
Empezó entonces la construcción del
personaje llamado “Marcos”.
Les pido que me sigan en este razonamiento:
Supongamos que es posible otra forma de
neutralizar a un criminal. Por ejemplo, creándole su arma homicida, hacerle
creer que es efectiva, conminarlo a construir, en base a esa efectividad, todo
su plan, para, en el momento en que se prepara para disparar, el “arma” vuelva
a ser lo que siempre fue: una ilusión.
El sistema entero, pero sobre todo sus
medios de comunicación, juegan a construir famas para luego destruirlas si no
se pliegan a sus designios.
Su poder residía (ya no, han sido
desplazados en eso por las redes sociales) en decidir qué y quién existía en el
momento en que elegían qué nombraban y qué callaban.
En fin, no me hagan mucho caso, como se ha
demostrado en estos 20 años, yo no sé nada de medios masivos de comunicación.
El caso es que el SupMarcos pasó de ser un
vocero a ser un distractor.
Si el camino de la guerra, es decir, de la
muerte, nos había tomado 10 años; el de la vida tomó más tiempo y requirió más
esfuerzo, por no hablar de sangre.
Porque, aunque no lo crean, es más fácil
morir que vivir.
Necesitábamos tiempo para ser y para
encontrar a quien supiera vernos como lo que somos.
Necesitábamos tiempo para encontrar a quien
nos viera no hacia arriba, no hacia abajo, que de frente nos viera, que nos
viera con mirada compañera.
Les decía que empezó entonces la
construcción del personaje.
Marcos un día tenía los ojos azules, otro
día los tenía verdes, o cafés, o miel, o negros, todo dependiendo de quién
hiciera la entrevista y tomara la foto. Así fue reserva en equipos de futbol
profesional, empleado en tiendas departamentales, chofer, filósofo, cineasta, y
los etcéteras que pueden encontrar en los medios de paga de esos calendarios y
en diversas geografías. Había un Marcos para cada ocasión, es decir, para cada
entrevista. Y no fue fácil, créanme, no había entonces wikipedia y si venían
del Estado Español tenía que investigar si el corte inglés, por ejemplo, era un
corte de traje típico de Inglaterra, una tienda de abarrotes, o una tienda
departamental.
Si me permiten definir a Marcos el
personaje entonces diría sin titubear que fue una botarga.
Digamos que, para que me entiendan, Marcos
era un Medio No Libre (ojo: que no es lo mismo que ser un medio de paga).
En la construcción y mantenimiento del
personaje tuvimos algunos errores.
“Es de humanos el herrar”, dijo el herrero.
Durante el primer año agotamos, como quien
dice, el repertorio de “Marcos” posibles. Así que para inicios de 1995
estábamos en apuros y el proceso de los pueblos estaba en sus primeros pasos.
Así que en 1995 ya no sabíamos cómo
hacerle. Pero entonces es cuando Zedillo, con el PAN de la mano, “descubre” a
Marcos con el mismo método científico con que encuentra osamentas, es decir,
por delación esotérica.
La historia del tampiqueño nos dio aire,
aunque el fraude posterior de la Paca de Lozano nos hizo temer que la prensa de
paga cuestionara también el “desenmascaramiento” de Marcos y descubriera que
era un fraude más. Afortunadamente no fue así. Como ésa, los medios siguieron
tragando otras ruedas de molino semejantes.
Un tiempo después el tampiqueño llegó a
estas tierras. Junto con el Subcomandante Insurgente Moisés, hablamos con él.
Le ofrecimos entonces dar una conferencia conjunta, así podría él librarse de
la persecución puesto que sería evidente que no eran Marcos y él la misma
persona. No quiso. Vino a vivir acá. Salió algunas veces y su rostro puede
encontrarse en las fotografías de los velorios de sus padres. Si quieren pueden
entrevistarlo. Ahora vive en una comunidad, en…. Ah, no quiere que sepan dónde
mero vive. No diremos nada más para que él, si así lo desea algún día, pueda
contar la historia que vivió desde el 9 de febrero de 1995. Por nuestra parte
sólo nos queda agradecerle que nos haya pasado datos que cada tanto usamos para
alimentar la “certeza” de que el SupMarcos no es lo que es en realidad, es
decir, una botarga o un holograma, sino un profesor universitario, originario
del ahora doloroso Tamaulipas.
En el entretanto seguíamos buscando,
buscándolas, buscándolos a ustedes, a quienes ahora están aquí y a quienes no
están aquí pero están.
Lanzamos una y otra iniciativas para
encontrar al otro, a la otra, a lo otro compañero. Diferentes iniciativas,
tratando de encontrar la mirada y el oído que necesitamos y merecemos.
En el entretanto, seguía el avance de los
pueblos y el relevo del que se ha hablado mucho o poco, pero que se puede
constatar directamente, sin intermediarios.
En la búsqueda de lo otro, una y otra vez
fracasamos.
A quien encontrábamos o nos quería dirigir
o quería que lo dirigiéramos.
Había quienes se acercaban y lo hacían con
el afán de usarnos, o para mirar hacia atrás, sea con la nostalgia
antropológica, sea con la nostalgia militante.
Así para unos éramos comunistas, para otros
trotskistas, para otros anarquistas, para otros maoístas, para otros
milenaristas, y ahí les dejo varios “istas” para que pongan lo que sea de su
conocimiento.
Así fue hasta la Sexta Declaración de la
Selva Lacandona, la más audaz y la más zapatista de las iniciativas que hemos
lanzado hasta ahora.
Con la Sexta al fin hemos encontrado quien
nos mira de frente y nos saluda y abraza, y así se saluda y abraza.
Con la Sexta al fin los encontramos a
ustedes.
Por fin, alguien que entendía que no
buscábamos ni pastores que nos guiaran, ni rebaños a los cuales conducir a la
tierra prometida. Ni amos ni esclavos. Ni caudillos ni masas sin cabeza.
Pero faltaba ver si era posible que miraran
y escucharan lo que siendo somos.
Al interior, el avance de los pueblos había
sido impresionante.
Entonces vino el curso “La Libertad según
l@s zapatistas”.
En 3 vueltas, nos dimos cuenta de que ya
había una generación que podía mirarnos de frente, que podía escucharnos y
hablarnos sin esperar guía o liderazgo, ni pretender sumisión ni seguimiento.
Marcos, el personaje, ya no era necesario.
La nueva etapa en la lucha zapatista estaba
lista.
Pasó entonces lo que pasó y muchas y muchos
de ustedes, compañeras y compañeros de la Sexta, lo conocen de manera directa.
Podrán decir luego que lo del personaje fue
ocioso. Pero una revisión honesta de esos días dirá de cuántas y cuántos
voltearon a mirarnos, con agrado o desagrado, por los desfiguros de una
botarga.
Así que el relevo de mando no se da por
enfermedad o muerte, ni por desplazamiento interno, purga o depuración.
Se da lógicamente de acuerdo a los cambios
internos que ha tenido y tiene el EZLN.
Sé que eso no cuadra con los esquemas
cuadrados que en los distintos arriba hay, pero eso la verdad nos tiene sin cuidado.
Y si esto arruina la perezosa y pobre
elaboración de los rumorólogos y zapatólogos de Jovel, pues ni modos.
Ni estoy ni he estado enfermo, ni estoy ni
he estado muerto.
O sí, aunque tantas veces me mataron,
tantas veces me morí, y de nuevo estoy aquí.
Si alentamos esos rumores fue porque así
convenía.
El último gran truco del holograma fue
simular enfermedad terminal, e incluso todas las muertes que ha padecido.
Por cierto, lo de “si su salud lo permite”,
que el Subcomandante Insurgente Moisés usó en el comunicado anunciando la
compartición con el CNI, era un equivalente a “si el pueblo lo pide” o “si las
encuestas me favorecen” o “si dios me da licencia” u otros lugares comunes que
han sido la muletilla en la clase política en los últimos tiempos.
Si me permiten un consejo: deberían
cultivar un poco el sentido del humor, no sólo por salud mental y física,
también porque sin sentido del humor no van a entender al zapatismo. Y el que
no entiende, juzga; y el que juzga, condena.
En realidad ésa ha sido la parte más
sencilla del personaje. Para alimentar el rumor sólo fue necesario decirle a
algunas personas en específico: “te voy a decir un secreto pero prométeme que
no se lo vas a contar nadie”.
Por supuesto que lo contaron.
Los principales colaboradores involuntarios
del rumor de enfermedad y muerte han sido los “expertos en zapatología” que en
la soberbia Jovel y en la caótica Ciudad de México presumen su cercanía con el
zapatismo y el profundo conocimiento que de él tienen, además, claro, de los
policías que también cobran como periodistas, de los periodistas que cobran
como policías, y de l@s periodistas que sólo cobran, y mal, como periodistas.
Gracias a todas y todos ellos y ellas.
Gracias por su discreción. Hicieron exactamente como suponíamos que iban a
hacer. Lo único malo de todo esto, es que dudo que ahora alguien les confíe
ningún secreto.
Es nuestra convicción y nuestra práctica
que para rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos ni mesías
ni salvadores. Para luchar sólo se necesitan un poco de vergüenza, un tanto de
dignidad y mucha organización.
Lo demás, o sirve al colectivo o no sirve.
Ha sido particularmente cómico lo que el
culto al individuo ha provocado en los politólogos y analistas de arriba. Ayer
dijeron que el futuro de este pueblo mexicano dependía de la alianza de 2
personalidades. Antier dijeron que Peña Nieto se independizaba de Salinas de
Gortari, sin darse cuenta de que, entonces, si criticaban a Peña Nieto, se
ponían del lado de Salinas de Gortari; y que si criticaban a éste último,
apoyaban a Peña Nieto. Ahora dicen que hay que optar por un bando en la lucha
de arriba por el control de las telecomunicaciones, así que o estás con Slim o
estás con Azcárraga-Salinas. Y más arriba, o con Obama o con Putin.
Quienes hacia arriba suspiran y miran
pueden seguir buscando su líder; pueden seguir pensando que ahora sí se van a
respetar los resultados electorales; que ahora sí Slim va a apoyar la opción
electoral de izquierda; que ahora sí en Game of Thrones van a aparecer los
dragones y las batallas; que ahora sí en la serie televisiva The Walking Dead,
Kirkman se va a apegar al comic; que ahora sí las herramientas hechas en china
no se van a quebrar a la primera vuelta; que ahora sí el futbol va a ser
deporte y no negocio.
Y sí, puede que en algunos de los casos sí
le atinen, pero no hay que olvidar que en todos ellos son meros espectadores,
es decir, consumidores pasivos.
Quienes amaron y odiaron al SupMarcos ahora
saben que han odiado y amado a un holograma. Sus amores y odios han sido, pues,
inútiles, estériles, vacíos, huecos.
No habrá entonces casa-museo o placas de
metal en donde nací y crecí. Ni habrá quien viva de haber sido el subcomandante
Marcos. Ni se heredará su nombre ni su cargo. No habrán viajes todo pagado para
dar pláticas en el extranjero. No habrá traslado ni atención en hospitales de
lujo. No habrán viudas ni hereder@s. No habrán funerales, ni honores, ni
estatuas, ni museos, ni premios, ni nada de lo que el sistema hace para
promover el culto al individuo y para menospreciar al colectivo.
El personaje fue creado y ahora sus
creadores, los zapatistas y las zapatistas, lo destruimos.
Si alguien entiende esta lección que dan
nuestras compañeras y compañeros, habrá entendido uno de los fundamentos del
zapatismo.
Así que en los últimos años ha pasado lo
que ha pasado.
Entonces vimos que la botarga, el
personaje, el holograma pues, ya no era necesario.
Una y otra vez planeamos, y una y otra vez
esperamos el momento indicado: el calendario y la geografía
precisas para
mostrar lo que en verdad somos a quienes son en verdad.
Entonces llegó Galeano con su muerte a
marcarnos la geografía y el calendario: “aquí, en La Realidad; ahora: en el
dolor y la rabia”
V.- El dolor y la Rabia. Susurros y gritos.
Cuando llegamos al caracol aquí en La
Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.
Quedo hablaba nuestro dolor, quedito
nuestra rabia.
Como si tratáramos de evitar que al Galeano
lo ahuyentaran los ruidos, los sonidos que le eran ajenos.
Como si nuestras voces y pasos lo llamaran.
“Espera compa”, decía nuestro silencio.
“No te vayas”, susurraban las palabras.
Pero hay otros dolores y otras rabias.
Ahora mismo, en otros rincones de México y
del mundo, un hombre, una mujer, unoa otroa, un niño, una niña, un anciano, una
anciana, una memoria, es golpeada a mansalva, rodeada por el sistema hecho
crimen voraz, es garroteada, macheteada, baleada, rematada, arrastrada entre
burlas, abandonada, recuperado y velado su cuerpo, enterrada su vida.
Sólo algunos nombres:
Alexis Benhumea, asesinado en el Estado de
México.
Francisco Javier Cortés, asesinado en el
Estado de México.
Juan Vázquez Guzmán, asesinado en Chiapas.
Juan Carlos Gómez Silvano, asesinado en
Chiapas.
El compa Kuy, asesinado en el DF.
Carlo Giuliani, asesinado en Italia.
Aléxis Grigoropoulos, asesinado en Grecia.
Wajih Wajdi al-Ramahi, asesinado en un
Campo de refugiados en la ciudad cisjordana de Ramala. 14 años, asesinado de un
tiro en la espalda desde un puesto de observación del ejército israelí, no
había marchas, ni protestas ni nada en la calle.
Matías Valentín Catrileo Quezada, mapuche
asesinado en Chile.
Teodulfo Torres Soriano, compa de la Sexta
desaparecido en la Ciudad de México.
Guadalupe Jerónimo y Urbano Macías,
comuneros de Cherán, asesinados en Michoacán.
Francisco de Asís Manuel, desaparecido en
Santa María Ostula
Javier Martínes Robles, desaparecido en
Santa María Ostula
Gerardo Vera Orcino, desaparecido en Santa
María Ostula
Enrique Domínguez Macías, desaparecido en
Santa María Ostula
Martín Santos Luna, desaparecido en Santa
María Ostula
Pedro Leyva Domínguez, asesinado en Santa
María Ostula.
Diego Ramírez Domínguez, asesinado en Santa
María Ostula.
Trinidad de la Cruz Crisóstomo, asesinado
en Santa María Ostula.
Crisóforo Sánchez Reyes, asesinado en Santa
María Ostula.
Teódulo Santos Girón, desparecido en Santa
María Ostula.
Longino Vicente Morales, desaparecido en
Guerrero.
Víctor Ayala Tapia, desaparecido en
Guerrero.
Jacinto López Díaz “El Jazi”, asesinado en
Puebla.
Bernardo Vázquez Sánchez, asesinado en
Oaxaca
Jorge Alexis Herrera, asesinado en
Guerrero.
Gabriel Echeverría, asesinado en Guerrero.
Edmundo Reyes Amaya, desaparecido en
Oaxaca.
Gabriel Alberto Cruz Sánchez, desaparecido
en Oaxaca.
Juan Francisco Sicilia Ortega, asesinado en
Morelos.
Ernesto Méndez Salinas, asesinado en
Morelos.
Alejandro Chao Barona, asesinado en
Morelos.
Sara Robledo, asesinada en Morelos.
Juventina Villa Mojica, asesinada en
Guerrero.
Reynaldo Santana Villa, asesinado en
Guerrero.
Catarino Torres Pereda, asesinado en
Oaxaca.
Bety Cariño, asesinada en Oaxaca.
Jyri Jaakkola, asesinado en Oaxaca.
Sandra Luz Hernández, asesinada en Sinaloa.
Marisela Escobedo Ortíz, asesinada en
Chihuahua.
Celedonio Monroy Prudencio, desaparecido en
Jalisco.
Nepomuceno Moreno Nuñez, asesinado en
Sonora.
Los y las migrantes desparecidas
forzosamente y probablemente asesinadas en cualquier rincón del territorio
mexicano.
Los presos a quienes se quiere matar en
vida: Mumia Abu Jamal, Leonard Peltier, los Mapuche, Mario González, Juan
Carlos Flores.
El continuo entierro de voces que vida
fueron, silenciadas por el caer de la tierra y el cerrarse de las rejas.
Y la burla mayor es que, en cada paletada
de tierra que arroja el esbirro en turno, el sistema va diciendo: “no vales, no
importas, nadie te llora, a nadie le da rabia tu muerte, nadie sigue tu paso,
nadie levanta tu vida”
Y con la última paletada sentencia: “aunque
agarren y castiguen a los que te matamos, siempre encontraré otro, otra, otros,
que de nuevo te embosquen y repitan la danza macabra que acabó con tu vida”
Y dice “Tu justicia pequeña, enana,
fabricada para que los medios de paga simulen y obtengan un poco de calma para
frenar el caos que se les viene encima, no me espanta, no me daña, no me
castiga”
¿Qué le decimos a ese cadáver al que, en
cualquier rincón del mundo de abajo, se le entierra en el olvido?
¿Que sólo nuestros dolor y rabia cuentan?
¿Que sólo nuestro coraje importa?
¿Que mientras susurramos nuestra historia,
no escuchamos su grito, su alarido?
Tiene tantos nombres la injusticia y son
tantos los gritos que provoca.
Pero nuestro dolor y nuestra rabia no nos
impiden escuchar.
Y nuestros susurros no son sólo para
lamentar la caída de nuestros muertos injustamente.
Son para así poder escuchar a otros
dolores, hacer nuestras otras rabias y seguir así en el complicado, largo y
tortuoso camino de hacer de todo eso un alarido que se transforme en lucha
libertadora.
Y no olvidar que, mientras alguien susurra,
alguien grita.
Y sólo el oído atento puede escuchar
Mientras hablamos y escuchamos ahora,
alguien grita de dolor, de rabia.
Y así como hay que aprender a dirigir la
mirada, la escucha debe encontrar el rumbo que la haga fértil.
Porque mientras alguien descansa, hay quien
sigue cuesta arriba.
Para mirar ese empeño, basta bajar la
mirada y elevar el corazón.
¿Pueden?
¿Podrán?
La justicia pequeña se parece tanto a la
venganza. La justicia pequeña es la que reparte impunidad, pues al castigar a
uno, absuelve a otros.
La que queremos nosotros, por la que
luchamos, no se agota en encontrar a los asesinos del compa Galeano y ver que
reciban su castigo (que así será, que nadie se llame a engaño).
La búsqueda paciente y porfiada busca la
verdad, no el alivio de la resignación.
La justicia grande tiene qué ver con el
compañero Galeano enterrado.
Porque nosotros nos preguntamos no qué
hacemos con su muerte, sino qué debemos hacer con su vida.
Disculpen si entro en el pantanoso terreno
de los lugares comunes, pero ese compañero no merecía morir, no así.
Todo su empeño, su sacrificio cotidiano,
puntual, invisible para quien no fuera nosotros, fue por la vida.
Y sí les puedo decir que fue un ser
extraordinario y además, y esto es lo que maravilla, hay miles de compañeras y
compañeros como él en las comunidades indígenas zapatistas, con el mismo
empeño, idéntico compromiso, igual claridad y un único destino: la libertad.
Y haciendo cuentas macabras: si alguien
merece la muerte es quien no existe ni ha existido, como no sea en la fugacidad
de los medios de comunicación de paga.
Ya nos ha dicho nuestro compañero jefe y
vocero del EZLN, el Subcomandante Insurgente Moisés, que al asesinar a Galeano,
o a cualquiera de los zapatistas, los de arriba querían asesinar al EZLN.
No como ejército, sino como rebelde necio
que construye y levanta vida donde ellos, los de arriba, desean el páramo de
las industrias mineras, petroleras, turísticas, la muerte de la tierra y de
quienes la habitan y trabajan.
Y ha dicho que hemos venido, como
Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a
desenterrar a Galeano.
Pensamos que es necesario que uno de
nosotros muera para que Galeano viva.
Y para que esa impertinente que es la
muerte quede satisfecha, en su lugar de Galeano ponemos otro nombre para que
Galeano viva y la muerte se lleve no una vida, sino un nombre solamente, unas
letras vaciadas de todo sentido, sin historia propia, sin vida.
Así que hemos decidido que Marcos deje de
existir hoy.
Lo llevarán de la mano sombra el guerrero y
lucecita para que no se pierda en el camino, Don Durito se irá con él, lo mismo
que el Viejo Antonio.
No lo extrañarán las niñas y niños que
antes se juntaban para escuchar sus cuentos, pues ya son grandes, ya tienen
juicio, ya luchan como el que más por la libertad, la democracia y la justicia,
que son la tarea de cualquier zapatista.
El gato-perro, y no un cisne, entonará
ahora el canto de despedida.
Y al final, quienes entiendan, sabrán que
no se va quien nunca estuvo, ni muere quien no ha vivido.
Y la muerte se irá engañada por un indígena
con el nombre de Galeano en la lucha, y en esas piedras que han colocado en su
tumba volverá a andar y a enseñar, a quien se deje, lo básico del zapatismo, es
decir, no venderse, no rendirse, no claudicar.
¡Ah la muerte! Como si no fuera evidente
que a los de arriba los libera de toda corresponsabilidad, más allá de la
oración fúnebre, el homenaje gris, la estatua estéril, el museo controlador.
¿A nosotros? Bueno, pues a nosotros la
muerte nos compromete por lo que tiene de vida.
Así que aquí estamos, burlando a la muerte
en la realidad.
Compas:
Dicho todo lo anterior, siendo las 0208 del
25 de mayo del 2014 en el frente de combate suroriental del EZLN, declaro que
deja de existir el conocido como Subcomandante Insurgente Marcos, el
autodenominado “subcomandante de acero inoxidable”.
Eso es.
Por mi voz ya no hablará la voz del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Vale. Salud y hasta nunca… o hasta siempre,
quien entendió sabrá que eso ya no importa, que nunca ha importado.
Desde la realidad zapatista.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, 24 de mayo del 2014.
P.D.1.-
¿“Game is over”?
P.D.2.- ¿Jaque Mate?
P.D.3.- ¿Touché?
P.D. 4.- Ahí se ven, raza, y manden tabaco.
P.D. 5.- Mmh… así que esto es el infierno… ¡Ése Piporro, Pedro, José Alfredo! ¿Cómo? ¿Por machistas? Nah, no lo creo, si yo nunca…
P.D.-6.- O sea que como quien dice, sin la
botarga, ¿ya puedo andar desnudo?
P.D. 7.- Oigan, está muy oscuro acá,
necesito una lucecita.
(…)
(se escucha una voz en off)
Buenas madrugadas tengan compañeras y
compañeros. Mi nombre es Galeano, Subcomandante Insurgente Galeano.
¿Alguien más se llama Galeano?
(se escuchan voces y gritos)
Ah, tras que por eso me dijeron que cuando
volviera a nacer, lo haría en colectivo.
Sea pues.
Buen viaje. Cuídense, cuídenos.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Galeano.
En La Realidad, Planeta Tierra. México, mayo del
2014.